Cuando la oscuridad y la luna de parasceve envuelven a la devoción
La Procesión del Silencio vuelve a cautivar en Portmán con un cortejo que avanza por el pueblo con las única iluminación de velas, hachotes, tronos y la primera luna llena de primavera.
El importante retraso con el que comenzó la procesión no le restó brillantez. Por vez primera, según nos apuntaban, las luces del alumbrado público de Portmán seguían encendidas en la medianoche y fueron treinta y cinco los minutos de espera hasta que empleados de Elsamex desactivaron la iluminación. Más de doscientos espectadores esperaban la salida de la procesión frente a la iglesia de Santiago, y hubo quien planteó salir con las luces encedidas, lo que enseguida se descartó. “Se perdería la magia de esta procesión”, fue un contundente motivo.
Por fin el cortejo comenzó a dar sus pasos, con el tercio del Cristo del Silencio que asomaba por una calle paralela, cruzando la fachada de la parroquia, donde se unía el trono con el Crucificado, en el que iba como portapsos el alcalde, Pedro García, fiel a su cita con la Pasión de su pueblo natal, como viene haciendo desde hace una docena de años. El segundo tercio abrió el paso a la Virgen Dolorosa, completándose una procesión plena de recogimiento. Bien cierto es el embrujo de esa oscuridad que la envuelve y que, posiblemente, sólo se pueda vivir plenamente ‘in situ’, pues la gran mayoría de fotografías que ofrecemos, al tomarse con flash no muestran la auténtica realidad de lo que comentamos.
En el tramo final, Cristo del Silencio y su madre se separaron, para poco después encontrarse frente a la parroquia de Santiago en un broche cargado de sentimiento para una procesión muy especial bajo la luna de parasceve, la luna llena más deseada por los cofrades y que es la que marca cada año el inicio de la Semana Santa.