El onubense Arcángel, en su quinta presencia en La Unión, cierra las galas con alta nota en una actuación en la que se gustó y ofreció una singular puesta en escena (llegó a salir del Antighuo Mercado Público y paseó entre el público), y en la que también brilló la fuerza de la bailaora Patricia Guerrero, ganadora del Premio Desplante de La Unión en 2007.

Iniciar los conciertos en penumbra parece estar de moda en el mundo flamenco. Francisco José Arcángel Ramos así inició su quinta presencia en el Cante de las Minas, pero todo lo que vino después es otra (buena) historia con ‘Olor a tierra’, como nomina a su espectáculo, en una evocación a las personas y paisajes de su Huelva natal, aderezado por su visión contemporánea del flamenco, de este payo venido al mundo en 1977.

Fue un inicio casi espiritual. Arcángel, con chaqueta y corbata, con esos mínimos de iluminación, entró a un escenario donde tres de los integrantes de su cuadro flamenco (Los Mellis y Agustín Diassera) rodeaban una mesa-taburete de madera. La toná, con el sonido de los toques y su voz, cosechó la primera ovación, la cual pronto montaron dos guitarras, ubicadas en ambas esquinas del escenario.

Fue un inicio en clave audición, diferente, tras el que el cuadro flamenco se dispuso de forma más natural en un espectáculo enriquecido con la (flexible) bailaora Patricia Guerrero, cuya fuerza hizo brotar los primeros ‘oles’ y numerosos aplausos. Una pena que no podamos ofrecer alguna imagen de quien ganó el premio Desplante del Cante de las Minas en 2007 (tenía entonces sólo 17 años) por aquello de que sólo se pueden captan imágenes de los primeros minutos de cada gala. Como es habitual, nuestro festival abrió su entrada en el olimpo flamenco, habiendo convertido después en la primera bailarina del Ballet Flamenco de Andalucía, además de estrenar espectáculo propio (Latidos del agua).

Arcángel estuvo acompañado de Dani de Morón y Miguel Ángel Cortés (ambos también con corbata) a la guitarra, Antonio y Manuel Saavedra, Los Mellis, se hicieron cargo de los coros y palmas y Agustín Diassera se ocupó de la percusión.

Y lo mismo sucedió a los medios de comunicación (no así a aquellos que sí lanzaron imágenes con sus móviles) cuando el inquieto, señorial y flamenco Arcángel desapareció del escenario para dar la vuelta a la Catedral del Cante y aparecer por la puerta principal, paseando mientras cantaba una bulería (‘A regañadientes’) entre un público tan sorprendido como agradecido por esa acción, en la que iba acompañado por el baile de la granadina patricia y las palmas, cerrando con ‘La bien pagá’. El patio registró en esta ocasión unos novecientos espectadores, entre los que se encontraba la unionense Encarnación Fernández, en su día más especial por aquello del merecido Castillete de oro que recogió por la tarde del festival.

‘Olor a tierra’, el cual llevó el pasado mes hasta Praga, ofreció tonás, soleás, cantiñas, bulerías, alegrías y fandangos, como ‘Calle real’, que cerró su quinta actuación en La Unión, pero primera en solitario en una gala. “Quería venir sólo, no porque me moleste nadie, sino porque me da la sensación de que uno no se ha entregado del todo”. Defendió este festival (“sabemos lo que significa La Unión”) y el flamenco como parte de nuestra cultura: “a veces parece que no lo reconocemos. Lo importante es llevar la afición al flamenco con dignidad, que nos creamos de una vez por todas que tenemos una gran música. Que nuestros hijos sepan lo que significa. Me duele que un niño conozca a Mikel Jackson y no sepa quien es La Niña de los Peines. Es una labor que debemos hacer todos. Tenemos la esperanza de que el flamenco siga conquistando fronteras y siga conquistando corazones”.