'Memorias de La Unión' estará casi un mes expuesta en la Casa del Piñón
Mar Hernández Riquelme (Madrid, 1984) es una artista plástica, muy vinculada a la región de Murcia por sus orígenes familiares y a Italia desde que realizó una residencia de un año en la Academia de España en Roma.
Forma parte de los artistas representados de la galería romana White Noise y en la galería Luisa Pita de Santiago de Compostela. Ha expuesto de forma individual y colectiva en ciudades como Madrid, Santiago de Compostela, Cartagena, Roma, Lisboa, Utrecht y Pekín.
Su trabajo muestra claramente una vocación de expandirse hacia la intervención en el espacio, rescatar del olvido estos espacios mediante la reconstrucción de una memoria alternativa a través de la intervención gráfica y la representación simbólica de distintos estratos de tiempo acumulados en un mismo espacio.
Texto del folleto informativo de la exposición:
Refugio para la memoria /por Rosa Álvarez
No hay más paraísos que los perdidos. O, quizá, también los recordados. Porque nada hay más grande que el poder inspirador de la memoria, ese que nos lleva a recrear aquello que vivimos, muchas veces, con una sensación idílica de esas experiencias vitales que, tal vez, nunca lo fueron. Mar Hernández ha encontrado en el ámbito de la evocación el modo idóneo de contar su realidad; no la que necesariamente ha vivido, sino la que imagina con su mirada artística escrutadora, recorriendo lugares vacíos –muchos de ellos, vinculados a su biografía– que, por serlo, tienen la fabulosa potestad de encerrar un universo en sí mismos. Porque solo un espacio deshabitado tiene infinitas posibilidades de convertirse en el ámbito que nos cobija, que añoramos, que soñamos.
La obra plástica de Mar, tiene una clara voluntad de expandirse en el espacio, trascender los límites tradicionales del dibujo y renovar tanto su lenguaje como sus procesos creativos. Y lo hace a través de fotografías que perpetúan ese pasado que ella trae de nuevo a la vida con grabados y dibujos superpuestos. El concepto de “ruina contemporánea” es el punto de partida de su trabajo: estancias que un día se llenaron de risas, palabras y, quién sabe si también de algún que otro sinsabor… Solares y fincas ya sin paredes ni techos, mudos testigos de otros tiempos más gloriosos. Instantes congelados en la memoria de quienes los conocieron –y que, quizá, ya no están– o en la retina de la artista que hoy nos los devuelve como espacios de arte anacrónicos, donde el tiempo y la geografía se subvierten a su antojo.
Mientras permanezcan en nuestra mente, los lugares que habitamos y amamos nunca morirán, por más que los años, las mudanzas o las piquetas acaben físicamente con ellos. Porque, como aseguró Gaston Bachelard en La poética del espacio, “las casas perdidas para siempre viven en nosotros. Insisten en nosotros para revivir, como si esperaran que les prestáramos un suplemento de ser”. Mar Hernández se ha empeñado en obrar ese milagro. Y lo logra cada vez que, con su talento creativo, recupera un sitio aparentemente ruinoso. Porque para reanimarlo solo necesita trasladarlo a otra época, a otra realidad soñada, completada mediante superposiciones de tinta y grafito que no son más que el punto de encuentro entre el pasado y el presente, entre la realidad y la ficción: un refugio fabuloso donde imaginar la vida o vivir el sueño. Y Mar Hernández nos invita a disfrutar de ese ámbito de leyenda recorriendo escenarios como el estudio de La Unión de Francisco Hernández Cop, su padre; la Casa Grande del Tío Lobo, personaje mítico en Portmán; la Maquinista de Levante; la casa de Flora Martínez; el Circo Segura o el Huerto de San Pedro, entre otros. Ante ellos, a los espectadores nos queda solo rendirnos a su propuesta. Y reconocer mientras los contemplamos que, decididamente, no hay más paraísos que los soñados. Â
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